Coronación Canónica

CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES EN SU SOLEDAD

15 de JUNIO de 1996

Cartel Anunciador de la Coronación Canónica

Decreto de la Coronación Canónica

Cartel de la Coronación Canónica

Realizado por: Juan Roldán

La Coronación Canónica de Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad, de Alcalá del Río, constituyó un hito sin precedentes en esta localidad. Jamás se había experimentado un suceso de tal magnitud en ella. Fue algo inaudito, sorprendente, algo que llenó de expectación a todo el pueblo y de desbordante y exaltado entusiasmo, especialmente, a todos los hermanos y hermanas de la Cofradía de la Soledad.

El ritual de la Coronación Canónica de una imagen de Nuestra Señora Santa María es un privilegio que la Santa Sede concede a determinadas imágenes marianas del mundo que han destacado notablemente por su antigüedad y por la profunda y arraigada veneración que el pueblo les ha profesado a lo largo del tiempo. La ceremonia pontifical de este tipo de coronaciones se materializa en la imposición solemne de una corona, atributo que expresa la realeza de María, así como su victoria y dominio sobre todo el orbe cristiano, en palabras de la Iglesia.

Las Coronaciones Canónicas eran concedidas en un principio por el Pontífice (de ahí que se les denominara Coronaciones Pontificias), pero Juan Pablo II facilitó los trámites al otorgar esta potestad al eclesiástico (cardenal, obispo, arzobispo) que estuviese al frente de la diócesis, que en nuestro caso fue Fray Carlos Amigo Vallejo, a la sazón arzobispo de la Archidiócesis de Sevilla. El nombre de Canónicas que se les da quiere decir que se ajustan a los cánones eclesiásticos, esto es, a las normas, reglas y demás disposiciones de la Iglesia.

En un momento dado, la Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río decidió que había llegado la hora de solicitar al Palacio Arzobispal de Sevilla la Coronación Canónica de la Santísima Virgen de los Dolores en su Soledad, su imagen titular. Esto, que en un principio pudiera parecer una osadía (a ninguna hermandad alcalareña se le había ocurrido antes pedir tal cosa), no era así, pues osadía es cuando se pide más de la cuenta, o algo que está más allá de las propias posibilidades, y la Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río venía avalada por cinco siglos de ininterrumpida, intensa y profunda devoción y entrega a Nuestra Señora de la Soledad, la Virgen de los Dolores, y esto bastaba y sobraba para pedir su Coronación Canónica, y la Hermandad lo sabía.

El proceso comenzó prácticamente en 1990, cuando Fray Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo entonces de la Archidiócesis, en visita pastoral, en noviembre de ese año, contemplando a la Virgen en su capilla, alentó a poner en marcha el Expediente de Coronación Canónica siguiendo las normas publicadas para ello en el Boletín Oficial del Arzobispado de Sevilla, las cuales exigían probar, con su debida documentación: la antigüedad de la imagen, su valor artístico y su historia, la profunda devoción de los fieles desde sus inicios hasta el momento actual, así como la extensión e irradiación de su culto. A todas estas peticiones dio cumplida satisfacción la Hermandad de Soledad en los correspondientes informes que encomendó a personas cualificadas dentro de la misma y que fueron integrados en el Expediente abierto al efecto.

En junio de 1995, el párroco D. Joaquín Reina Sousa y el vicario de zona anunciaron a la Hermandad que el Palacio Arzobispal había aprobado definitivamente la Coronación Canónica de Nuestra Señora. Noticia que fue acogida con un júbilo indescriptible por todos los hermanos cofrades. Y, sin más dilación, comenzaron los actos preparatorios: conferencias, conciertos, actos de acción de gracias, etc. Se decidió la creación de un Himno para la Virgen con motivo de su Coronación, y, entre otras muchas más cosas, se efectuó un recorrido en Santa Misión con la imagen de Nuestra Señora, no sólo por las calles del centro urbano, sino por las de la periferia, incluyendo las de los barrios más humildes, recogiendo el afecto de todos los fieles y llenando de gracia sus hogares. El Decreto de Concesión de la Coronación vino aprobado y firmado por el Arzobispo con fecha de 29 de abril de 1996, festividad de Santa Catalina de Siena.

Desde 1904, fecha en que fue coronada la Virgen de los Reyes, Patrona de la Archidiócesis, hasta 1996, eran ya varias las imágenes que habían sido coronadas canónicamente en Sevilla. Por lo que a Dolorosas se refiere, hasta ese momento estaban coronadas en Sevilla capital: la Amargura (1954), la Macarena (1964), la Esperanza de Triana (1984), la Virgen de las Angustias de los Gitanos (1988) y la Virgen de la Encarnación de San Benito (1994). Y, en la provincia, la Virgen de la Roda de Andalucía (1991). A continuación, vino la nuestra, la de Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad, de Alcalá del Río, que fue coronada canónicamente antes de que en Sevilla capital se coronaran: la Estrella (1999) y la Virgen del Valle (2002), por lo que a las Dolorosas se refiere.

El Solemne Pontifical de Coronación Canónica de Nuestra Señora tuvo lugar el día 15 de junio de 1996, festividad del Inmaculado Corazón de María, presidido y oficiado por Su Eminencia Reverendísima el Sr. Arzobispo de Sevilla Fray Carlos Amigo Vallejo, auxiliado por otros sacerdotes, siguiendo el Ritual Romano de Coronaciones Canónicas “Ordo Coronandi Insignem Beatae Mariae Virginis”, promulgado en Roma el 25 de marzo de 1981.

En aquella fastuosa ceremonia, el primado de Sevilla, con sus propias manos, impuso sobre las sagradas sienes de Nuestra Santísima Madre la corona de oro puro -de casi tres kilogramos de peso, donado generosamente por las hermanas y hermanos de esta cofradía, que, en muchos casos, entregaron piezas personales o familiares, muy íntimas y cargadas de recuerdos-, adornada con circonitas, refulgente como un ascua. Por eso constituye una verdad incuestionable lo que escribió al respecto el Hermano Mayor en aquellos momentos, Manuel Montaño García-Baquero, en la presentación al libro que la Hermandad editó con motivo del primer aniversario de aquel magno evento, al afirmar que en esta corona “resalta más que el brillo connatural del metal con el que está realizada, el destello del amor con el que todos sus hijos hemos entregado el oro que ha hecho posible su elaboración”.

En aquella fastuosa ceremonia, la sagrada imagen de Nuestra Señora estaba entronizada en su prodigioso paso de palio del Viernes Santo, colocado para la ocasión sobre una amplia plataforma, ante un impresionante dosel de color rojo granate, que se recortaba frente al horizonte azul del valle, y a cuyos lados se desplegaban tupidos grupos de estandartes de, aparte de las cofradías locales, muchas otras de Sevilla y su provincia, tanto coronadas canónicamente, como no, que fueron invitadas a participar en tan importante acontecimiento.

Jamás se había visto la ribera del Guadalquivir más engalanada, más bella y más grandiosa que aquella tarde. Las aguas del río eran espejos donde se reflejaba la belleza que la plaza irradiaba, bajo un cielo límpido, azul y en perfecta calma. Hasta los rayos del sol parecían resistirse a declinar su parábola fulgente para poder acariciar un poco más las delicadas mejillas de la criatura más bella y pura que jamás han visto los tiempos.

Aquella conmovedora celebración se clausuró con una procesión extraordinaria (en su doble acepción, tanto por lo inusual, como por la grandiosidad de la misma), con el paso de la Santísima Virgen recorriendo las calles del pueblo. Una filacteria, colocada en la intersección de dos calles en la parte más alta del recorrido triunfal, recogía el sentir de todos los hermanos y hermanas cofrades expresado con las palabras del Libro de Judit que proclaman:”Tú eres el orgullo de nuestro Pueblo”( Judit 15,9).La Virgen estuvo en las calles de nuestra villa hasta que la aurora hizo su aparición anunciando que el amanecer de un nuevo día había llegado. La Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río había alcanzado felizmente su meta deseada.

[soliloquy id="14582"]