AGRADECIMIENTO DEL HERMANO MAYOR TRAS LOS CULTOS Y CELEBRACIONES DE CUARESMA, SEMANA SANTA Y PASCUA DE RESURRECCIÓN
Ahora que todo florece, que con el tiempo pascual el cristiano vive la plenitud de la fe, ahora que Nuestro Señor ha resucitado para poder afrontar un nuevo tiempo lleno de amor y esperanza en nuestras vidas, llega el momento de dar gracias.
La Divina Misericordia de Jesucristo abre el corazón del soleano para vivir, junto a su iglesia en comunión con el prójimo, la verdadera esencia de nuestra creencia: el Señor ha resucitado para que creamos en su Palabra, con un corazón abierto a los hermanos y construir una vida basada en el amor y la comprensión hacia los más necesitados.
Ahora que todo se consumó y el Señor de la Misericordia pone un año más el punto y seguido del año de los hermanos de la Soledad es el momento de dar gracias. Ahora que la mano de nuestra Madre, la Virgen, aprieta la nuestra para seguir con su Hijo el camino de Emaús, para que nunca nos falte el pan, ni la esperanza de una vida plena en Cristo, el mesías, el mensajero, el profeta del Padre. Ahora, es el momento de dar las gracias.
A nuestro director espiritual, don José María, por su entrega a la comunidad. Su predisposición y facilidades para todo. A los distintos sacerdotes que nos han acompañado durante el Septenario, todos han mostrado y captado el amor que los soleanos tenemos a nuestra Madre. Para este que os habla, no hay nada en el año más grande que los cultos a nuestros Titulares, y que la Virgen haya podido tener su Septenario, en la parroquia, como siempre y con la normalidad que se nos brindaba, ha hecho que su corazón se colme de la gracia de Dios para con sus hermanos de la Soledad.
Bajó… y subió… y sus hijos cumplieron, más que nunca, con su cita con Ella. Respetando Su intimidad porque así tenía que ser. Nadie la vio, ni la escuchó, recorrió las calles de su pueblo, del que es su orgullo, como alguien ha dicho: en el suspiro de un Ave María.
Sus siete dolores se sucedieron con aforos y normas que los hermanos han cumplido y asumido con actitud y aptitud ejemplares. Y el Viernes de Dolores, su día, se acercó, más que nunca, a aliviar con su mirada nuestras oraciones.
Y el Viernes Santo en una oración continua fueron pasando los hermanos a venerar al Señor y a la Virgen. Llegando a las tres de la tarde el momento culmen del día con el Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor. Por decreto de las autoridades no se podía ocupar la vía pública para los cultos por lo que a puerta cerrada, retransmitido a todos los hogares, pero con la solemnidad acostumbrada se llevó a cabo y en sus llagas estuvieron todos sus hijos.
Los cultos han debido ser fruto de vida eterna en nuestros corazones, y vienen acompañados por la Caridad siempre generosa de los soleanos. Así se han expedido casi 700 papeletas de sitio a beneficio de la obra social del XXV aniversario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora, y se recogieron 2.750 € en la ofrenda de Caridad del Viernes de Dolores.
Gracias al equipo de tesorería, mayordomía, de liturgia, lectores, acólitos y servidores del Altar, gracias al grupo de priostía, limpieza, costura… Equipo de comunicación que lleva a nuestros hogares el día a día de la hermandad. Gracias a la diputación de protocolo por el arduo trabajo de cumplir escrupulosamente las normas sanitarias y de seguridad de la pandemia. Al equipo de secretaría, dura la historia que les toca contar. Al coro y a la banda de música por acompañar y engrandecer nuestros actos y cultos.
En definitiva, todo es gracias a todos y cada uno de los hermanos de esta bendita hermandad a la que pertenecemos. Construyamos entre todos una Pascua perpetua en el amor al Señor Resucitado en su Misericordia y a Nuestra Madre Bendita de los Dolores en su Soledad.
Gracias de corazón.
Luis Carlos Velázquez Gallardo
Hermano Mayor